miércoles, 28 de septiembre de 2016

SUSTITUCIÓN DE CULTIVOS ILÍCITOS
Y COMBATE CONTRA LA DESNUTRICIÓN INFANTIL

En 1991 un grupo de amigos de FUNDALCO (Fundación Alternativas para la Comunidad), docentes de la Facultad de Educación de la Universidad del Valle, me invitaron a participar en un proyecto que adelantaban en el corregimiento de San Lorenzo (Riosucio, Caldas) para diseñar algunas estrategias de comunicación.

San Lorenzo corresponde a un resguardo indígena integrado por 22 veredas, en una zona con una topografía muy quebrada, cuyos habitantes descienden de los indígenas chamíes. FUNDALCO había creado una granja agro-ecológica en un terreno de algo más de cuatro hectáreas, donde un ingeniero agrónomo (Alfredo Añasco) y su compañera (Gladys Gutiérrez), lograron el milagro de producir variedad de plantas alimenticias en terrazas y criar animales (cerdos, gallinas, gallinetas, conejos, patos, peces) de un modo que aseguraba la sostenibilidad de la granja. Había un cultivo de algas que alimentaba a los peces, pero también se les aportaban otros nutrientes vegetales, los cerdos eran "vegetarianos" y crecían aceleradamente, los pobladores de las veredas podían allí aprender sobre prácticas agrícolas y pecuarias que luego replicaban en sus parcelas.

Frente a la granja había un lugar acondicionado para que las mujeres asistieran a talleres de culinaria que Gladys realizaba casi todos los fines de semana: allí aprendían a utilizar las bellotas de los racimos de plátano como ingrediente para unos guisos "de flores", a preparar cerca de 18 recetas a partir de la soya, a utilizar en sus comidas muchas "malezas" abundantes en harinas vegetales y proteínas que antes ignoraban en sus recorridos por la carretera y por las trochas de su resguardo, a utilizar el chachafruto, la crotalaria, el bore, muchos productos que antes empleaban únicamente para alimentar a los animales de sus fincas.



En algún momento, antes de que yo tuviera la posibilidad y la suerte de trabajar con ellos, los amigos de FUNDALCO supieron por los médicos de un puesto de salud que había inquietantes datos sobre la desnutrición que padecían muchos niños del corregimiento. Se les ocurrió que la soya podría incorporarse a la dieta de la población, aunque en la zona jamás se había cultivado. Llevaron semillas del Valle y las sembraron en la huerta, pero además comenzaron los talleres de culinaria e hicieron una distribución de semillas entre las señoras del corregimiento para que sembraran en sus huertas caseras o en huertas comunitarias. La granja ofrecía información y asesoría permanentes, y la gente de las veredas se acostumbró a pasar constantemente por allí para aprender de lo que allí se hacía.

En un año los médicos informaron que habían descendido significativamente los casos de desnutrición infantil.

Hace casi quince años vi un programa de la National Geographic en el que documentaban una experiencia en Senegal con el uso de la moringa (en Centro América se conoce como "marango", ha sido muy estudiada, pero se emplea como forraje para el ganado). En Senegal, un grupo de médicos usa las hojas de moringa como suplemento alimenticio (recogen nueve cosechas anuales de hojas), pero también utilizan sus frutos (es una leguminosa) y hasta su raíces, que retienen mucho líquido y permiten que los arbustos crezcan en suelos con poca agua.

En todas las regiones de Colombia hay productos ricos en proteínas, minerales, harinas, fibra. Los hay en todos los ecosistemas, en todos los departamentos.

He pensado que una forma de combatir la desnutrición infantil puede apoyarse en el estudio de muchas especies vegetales que hoy en día se desechan o se emplean para usos distintos de la alimentación de nuestra población. Pienso en el árbol del pan (Artocarpus altilis), el chachafruto (Erythrina edulis), la misma soya (que corrientemente se emplea para la producción de concentrados o de aceites), la quinua (Chenopodium quinoa), muchas especies diferentes que pueden convertirse en productos que alimenten a nuestros niños de Chocó, Guajira, Amazonas, Putumayo, de todas las regiones en las que a diario padecen hambre y sufren los estragos de la desnutrición.

Un camino es el de la sustitución de cultivos ilícitos. Podrían crearse centros agrícolas en los que haya ingenieros agrónomos, nutricionistas, personas que animen procesos sociales, personas que enseñen en talleres la preparación de alimentos. Puede pensarse inclusive en procesos industriales, para que los productos de unas regiones puedan llegar a lugares diferentes de aquellos en los que se trabaje con determinadas especies. Se puede pensar en la comercialización de muchos productos.

La experiencia existe, el conocimiento también (en Costa Rica hay estudios rigurosos y extensos sobre la moringa, en Colombia se han estudiado muchas variedades de plantas potencialmente ricas para alimentar a nuestras gentes).

El asunto, como siempre, depende de la imaginación y de la llamada "voluntad política" de nuestros gobernantes. Los periódicos abundan en estos días en noticias sobre decenas de muertes de niños en rancherías de Guajira. Se hacen campañas para enviar alimentos y se aplican paños de agua tibia con comisiones que salvan algunos niños llevándolos a hospitales. Peor el problema no se resuelve de ese modo. La innovación social implica pensar de otros modos el estudio y la búsqueda de soluciones para problemas de la salud, la educación, la producción agrícola, la participación comunitaria en la búsqueda de opciones de vida.

He querido conversar sobre esto con mi amigo Eduardo Díaz, ahora encargado por el presidente para atender el tema de la sustitución de cultivos ilícitos. Pero no sé hacer lobby, ni me gustan los pasillos de los edificios gubernamentales, ni tengo aspiraciones políticas. Quizás lea esta nota (que le haré llegar), quizás alguien se anime a pensar que aquí hay un enorme potencia, y que bastaría con decidirse a convertir ideas como la que sugiero en proyectos para una política de seguridad alimentaria (y otra de sustitución de cultivos ilícitos) que se complementen, en lugar de "inventar" procesos con "vocación industrial" que se fundan en la posibilidad de que nuestros campesinos se conviertan en "empresarios" y sueñen con exportar productos para beneficio de otros países y otros pueblos.

L.J., septiembre 28 de 2016





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