lunes, 26 de septiembre de 2016

LO COMÚN POSIBLE - LA CONFIANZA


Alguna vez escribí que lo más "común" es que estemos de acuerdo con la mayoría de las personas con las que nos relacionamos, aunque no sea lo más corriente que lo advirtamos.

Lo común es lo que nos hace cercanos, lo que surge de las coincidencias (es decir, del hecho de que compartimos contextos, circunstancias, de lo que solemos llamar casualidades y, sobre todo, de las "causalidades"). Pero lo común no aparece espontáneamente, y debemos esforzarnos por descubrirlo o por construirlo para poder ser y hacer con los demás. Lo común es una esperanza. Ya dije en otra oportunidad que la esperanza es lo último que se gana, pues no nacemos con ella sino que la alcanzamos como conquista cuando al fin sabemos que, como dijo el poeta Machado, "se hace camino al andar": el camino hacia lo común es la esperanza.

Lo común en la sociedad es siempre un punto de llegada y no, como suele creerse, la condición para que la sociedad exista. Vivimos en sociedad porque no hay plenas coincidencias sobre lo que percibimos, pensamos, creemos o deseamos. La sociedad, rica en matices y diferencias, nos da la posibilidad de construir lo común (comunidades) y, luego, alcanzar modos de fortalecerlo, enriquecerlo con nuevas visiones (nuevos matices, nuevas diferencias).


Recuerdo una charla del maestro Gustavo Wilches Chaux, con ocasión de un taller realizado en el marco del proyecto Biopacífico, hace ya más de 20 años. Nos decía que la diversidad es una de las condiciones de supervivencia de la vida sobre el planeta. Y lo es porque por ella los seres vivos llegamos a superar limitaciones, a adaptarnos, a evolucionar. La sexualidad sustenta la diversidad en la medida en que la unión de dos seres diferentes permite la creación de un tercero, también diferente, que se adapta mejor al medio, a las condiciones que enfrentará. Socialmente la diversidad es condición del real desarrollo de una comunidad, de un pueblo, de un país: Colombia es un país rico no solo porque posee variedad en su topografía y en sus ecosistemas sino sobre todo, porque alberga una población diversa. Cada región nos habla de creaciones, de invenciones, de adaptaciones a los ecosistemas que alberga el territorio, de aportes a la supervivencia material, de productos naturales, de formas de percibir y de celebrar, de riqueza lingüística y cultural, de vida.

Cuando se valida la diferencia de pareceres no se busca el distanciamiento sino la posibilidad de un encuentro que propicia una nueva visión del colectivo.

Facundo Cabral, a quien cito frecuentemente por la lucidez de sus improvisaciones en el Palacio de Bellas Artes de México, en un recital que ofreció en 1978, dejó el verso de una baguala en la que dijo:

"Si yo golpeo a tu puerta,
no te vas a confundir.
No es para entrar que golpeo,
golpeo para salir."


Claro, no estaba interesado en convencer a otros sobre su visión, en imponer miradas. Hablaba de hallar consensos.



Hace unos días apenas, en mi "madriguera", me visitó un amigo muy querido y conversé con él sobre el proceso de paz que vivimos en Colombia. Hablamos sobre la confianza.

Le dije que, en mi opinión, la confianza no se puede sustentar en la exigencia que podamos hacer a otros para poder "desarmarnos" (en términos materiales o espirituales o de la razón). Si así fuera, no podríamos actuar con otros, ni siquiera con quienes están cerca, quienes conforman nuestros círculos de vida cotidiana. La confianza se construye cuando nos hacemos confiables: si lo logramos, abrimos puertas, salimos.

Colombia necesita construir confianzas, no miedos. Y la confianza se pierde cuando mentimos, cuando atribuimos a otros las perversas intenciones que imaginamos cuando tememos abrir puertas a los demás.

Es todo, por hoy. Mañana ya veremos.

Abrázo-les. 

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