miércoles, 30 de octubre de 2013

Más - caras de la Complejidad

El tema llega, como llegan o se van las actividades de cada día. La docencia tiene como enorme contraprestación el acercamiento a una gigantesca diversidad de caracteres e historias, a centenares de situaciones, a una desmesurada cantidad de insospechados temas, y cada día hay más sorpresas, sobre todo cuando se renuncia a la idea de imponer verdades o de administrar información como buena moneda, o a prescribir conductas o validar perspectivas personales. Entonces hay la posibilidad de la exploración constante, del verdadero aprendizaje.

Conté en otra ocasión, aunque ya no sé si en estas mismas notas, cómo cuando hacía mi especialización en Sociología tuve un curso de Análisis Cuantitativo con el profesor Elías Sevilla Casas, en la Universidad del Valle. Él se sorprendió porque, a pesar de mi frecuente y en su opinión acertada participación en sus clases, no alcancé más que un 2.00 como nota de un primer examen. Aprovechando que en ese momento se iniciaban las clases con los alumnos de pregrado, me propuso que dictara un curso similar para estudiantes de quinto semestre, con el argumento de que cuando uno tiene dificultades en un tema es una buena opción trabajar en ellos y resolverlos en el ejercicio de la docencia. Tenía razón, toda la razón, tanta que menos de un año después yo estaba diseñando y desarrollando dos cursos en esta materia en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Santiago de Cali.

La complejidad es una de esas dimensiones de la vida que pocas veces se puede apreciar en nuestro mundo lineal, o cuadriculado, o unidimensional (como señalara H. Marcuse), o que privilegia la razón utilitarista e instrumental (como quiere J. Habermas). Y es difícil captarla porque nuestro mundo procura la reducción, la simplificación, la eficacia y la eficiencia, sacrificando la comprensión y el trabajo dedicado, la observación detallada, las perspectivas relacionales.

Hablo de más-caras de la complejidad porque enfrentamos tanto la opción de perdernos en las apariencias (máscaras) como la de llegar a descubrir, si nos esforzamos un poco, la multiplicidad y la riqueza de cada acontecer, de cada asunto que consideramos, de cada relación que establecemos, de cada experiencia.


Como siempre, estando en una clase se presentan ideas que no se me ocurrirían de no se porque logro percibir en algunos estudiantes inquietudes que los desbordan, frente a las cuales no hallan vías de exploración porque no se les dio la oportunidad de pensar de modos diferentes a los que preconiza e insistentemente valida y promueve nuestra concepción dominante de la educación. Los muchachos, por ejemplo, al querer abordar el tema de la elaboración de un reportaje, me preguntan por una definición, piden que les indique cuáles son las condiciones "necesarias" para la preparación y la producción de un reportaje, pero a ninguno se le ocurre preguntar por qué otras condiciones (quizás no necesarias) hacen posible que un periodista encuentre ese aspecto especial que hace de un hecho el punto de partida para iniciar una investigación, o cómo en la enorme maraña de circunstancias que rodean un acontecimiento están la historia, la geografía, la cultura, el ordenamiento social y político de un pueblo. Y, más todavía, cuando les hablo de la geografía parecen entender que me refiero a nombres de ciudades o de accidentes geográficos, porque no les permitieron ver que la geografía es dinámica y compleja, que el planeta se mueve y se transforma por acción de fuerzas geológicas, por efecto de la influencia de otras fuerzas del cosmos, por la acción humana (que incluye el no saber vivir en nuestra Tierra, con ella, con los seres con los que compartimos espacio y circunstancias). Y cuando hablo de historia se sitúan en el terreno de unas fechas y unos reinos que no llegaron a conocer, porque se les hizo creer que la historia es un inventario de hechos que alguien decidió que eran importantes para un país, para una ideología, para un grupo étnico o de poder...

Y entonces se me ocurre hablar de la multidimensionalidad de la realidad, y además de la multiplicidad de realidades que puede haber en un mismo acontecimiento. Y les muestro cómo un edificio que se derrumbó en una ciudad nuestra hace unos días contenía las historias de vida y los proyectos y los sueños de muchísimas personas; y de la geología urbana; y de las contradicciones que puede haber entre un diseño pretendidamente hermoso, funcional, moderno, y una ingeniería que no está preparada para sustentar caprichos arquitectónicos; y del diseño y la aprobación de políticas para el sector de la construcción; y de la enorme preparación que tuvieron quienes integran los grupos de rescate que llegaron de varias ciudades del país para intentar hallar los eventuales sobrevivientes y los cuerpos de quienes murieron sepultados por toneladas de escombros...

Y hablo, además de que no vale la pena una definición cuando se trata de crear un texto que seduzca o conmueva, y que no es útil esperar que un profesor "sentencie" el modo como un periodista habrá de escribir sus reportajes. Y cuento que la mayoría de los buenos periodistas del país quizás no han pasado por una academia en la que les den definiciones o les dicten pautas para crear, y que no hay cursos de observación, curiosidad y creatividad, porque a los educadores generalmente les interesa más la simplificación del universo que creen conocer, dominio en el que no se sienten cuestionados, en el que se pueden cobijar con el manto de muchos autores que avalan sus exposiciones "magistrales".

Digo que cuando se impone una sola mirada la realidad se empobrece. Y a pensar en el culto que se rinde a la razón (sobre todo a un tipo de razón) porque permite entender aislando, y actuar con orden y con efectividad y con eficiencia sobre fragmentos de la vida, como cuando se estudia, cuando se llega a ser un profesional, cuando se construye una relación en la amistad o en el amor....

Reducir experiencias y situaciones y relaciones a un solo aspecto, el que nos seduce o interesa o conviene, constituye un falseamiento de esas realidades. Obligamos a esas realidades a enmascararse.


Siempre habrá muchas más caras de las que percibimos (y no sólo máscaras) en lo que acercamos, en aquello que parece no tocarnos, en todo lo que creemos conocer, en lo que ignoramos, y algunas de esas caras son potenciales productos nuestros. De hecho, sabemos que podemos construir el mundo, y que mucho de lo que abandonamos significa una renuncia a nuestros propios deseos inconscientes, a nuestros miedos o a nuestras limitaciones o a nuestro egoísmo.

Hacemos de una relación una experiencia rutinaria porque no podemos ver más allá de lo que nos exigimos a nosotros mismos, que suele ser poco. E imponemos a quienes creemos amar un carácter (sabemos que el término significa etimológicamente "huella", pero que para el teatro griego aludía a máscara), y nosotros mismos llegamos a enorgullecernos por nuestro carácter. Y echamos a perder lo mágico y lo complejo y lo sorprendente y lo inesperado y lo hermoso de nuestras relaciones, y andamos dando tumbos por la vida porque nos impusimos encontrar la felicidad.

Y las máscaras resultan más caras, porque no sabemos ni podemos ver en nuestra vida más caras que aquellas que nos enseñaron y que tan obedientemente aprendimos a ver.

NOTA: Como en otras oportunidades, declaro que mis escritos pueden ser reproducidos parcial o totalmente, por cualquier medio y para cualquier uso que suponga el acercamiento entre personas, la solidaridad o un gesto de generosidad. Ojalá se haga mención del origen. Sumo a esta declaración un abrazo para quienes me leen y con ello se hacen o son mis amigos. 

viernes, 25 de octubre de 2013

Complejidad y Perspectivas de Vida


Hace apenas tres días, realizando una sesión tutorial para una de mis clases de Redacción, una estudiante se me acercó para comentarme algo en relación con su lectura del texto Elogio de la Dificultad, de Estanislao Zuleta, que puede encontrarse fácilmente si se desea buscar y hallar una reflexión acerca de la marcada tendencia que en nuestros tiempos siguen muchísimas personas para procurar eludir todo aquello que signifique esfuerzo, dedicación, compromiso...

Me dijo que tuvo un profesor de matemáticas que siempre le hizo sentir que este campo del saber no estaba hecho para todo el mundo, que había que trabajar muy duro para llegar a la comprensión del sentido y la lógica propia de las matemáticas, que se trataba de un área enormemente "compleja". Ella asumió que la estaba descalificando, y llegó a pensar que las matemáticas eran un saber al que sólo accedían personas con algún tipo de fijación extraña (cierto tipo de "perversión"), o que se trataba de una materia "auxiliar" de algunas profesiones o del lenguaje propio de científicos condenados a vivir en un mundo de abstracciones poco o nada conectadas con lo que ella consideraba la realidad. Terminó odiando tanto las matemáticas como al profesor que, a pesar de "demostrarle" que el lenguaje matemático era "impenetrable", le imponía someterse a duras jornadas de estudio para preparar exámenes en los que rajaba a la mayoría de sus estudiantes, quizás para dejar en claro que él era alguien especial, uno de esos profesores que domina un saber y un lenguaje hechos para unos pocos privilegiados.


Su pequeña historia con las matemáticas me pareció exactamente igual a la de muchos jóvenes que he conocido tras más de veinte años de ejercicio en la docencia, y le hice notar que seguramente también tuvo otros "docentes" que le hicieron sentir lo mismo con la física, la química, la biología, el lenguaje, la historia, la geografía, la anatomía, la geometría... Es más, seguramente -le señalé- hay profesores en las universidades que se deleitan exhibiendo sus saberes "complejos" y que diseñan pruebas intencionalmente complicadas para hacer ver a los estudiantes que ellos son expertos o especialistas o grandes y sabios eruditos.

Le dije, entonces, que el problema con el conocimiento matemático no es tanto que éste sea complejo sino que generalmente en nuestro medio los docentes, incluidos los licenciados en matemáticas, se forman con enormes limitaciones, y que se especializan tanto en un campo que dejan de ver las relaciones del mismo con otros, que en verdad no trabajan en un área compleja del conocimiento sino que lo simplifican en demasía y que lo peor del asunto es que ellos sí llegan a creer que lo complicado (lo más abstracto y menos útil, lo más distante de cualquier posibilidad de ser comprendido) es el verdadero saber.

En mis primeras clases de cada semestre suelo citar una sentencia de un poema de Bertold Brecht en el que afirma que lo que no sabemos por nosotros mismos en verdad no lo sabemos. Trabajo para un programa de formación de Comunicadores Sociales y permanentemente le muestro a los estudiantes que un comunicador debe estar dispuesto a conocer muchos aspectos de la realidad y acercarse a múltiples campos del conocimiento. Un ejemplo: si me ofrecen manejar la sección ambiental de un periódico, seguramente tendré que enterarme de qué es el calentamiento global, qué es la capa de ozono, por qué se derriten los casquetes polares, qué agentes contaminantes del aire o del agua se producen en mayores cantidades en diversos campos de la producción, y habré de interesarme por saber qué se propuso con la llamada "Revolución Verde", y qué es un biodigestor... Y si me ofrecen trabajar como reportero de una sección política tendré que conocer algo sobre la historia de mi país, informarme sobre cómo han evolucionado los partidos políticos, qué significa en política hablar de "derecha" o de "centro" o de "izquierda", sobre cómo funcionan los organismos legislativos de diferente nivel, sobre cómo una constitución transformó las posibilidades de la acción política partidista y de la ciudadanía....

No nos dan conocimientos complejos ni nos preparan para comprender la complejidad del mundo en el que vivimos... Por el contrario, todo lo simplifican, lo reducen a datos que debemos memorizar porque para los docentes son la expresión del "saber" de cada materia, lo convierten en información que -supuestamente- expresa el conocimiento de una disciplina. Y entonces, los estudiantes "conocen" los nombres de los autores de moda, y "saben" qué dicen, y algunos hasta llegan a recitar de memoria algunos de sus planteamientos, o sus análisis, o sus reflexiones; pero nada más. No saben y no se les permite saber, porque el saber es para iniciados (llámense docentes, o especialistas o agentes activos en el mundo real). El estudiante jamás será protagonista, jamás se planteará la necesidad de intentar transformaciones, jamás cuestionará el saber libresco de sus profesores. Todo es trágica y absurdamente SIMPLE. Lo que se ha desterrado en nuestra educación es la posibilidad de desarrollar una mirada global, compleja, sobre el mundo en el que vivimos.

¿Por qué la formación en universidades de élite sí trabaja en torno a la complejidad? Porque se trata de un nivel de construcción del pensamiento que no se puede democratizar en una sociedad que se sustenta en la existencia de desigualdades en casi todos los órdenes. Si se trabajara más en la perspectiva del desarrollo de un pensamiento matemático que en "temas" y "recetas" (fórmulas) para resolver problemas que no tienen nada que ver con la vida, tendríamos muchos jóvenes pensando, y éso es problemático para una sociedad como la nuestra. Si tuviéramos comunicadores que se formaran en la formulación de preguntas en torno a por qué pasa con nuestra población lo que pasa, se reduciría el volumen de votos que permiten que nuestros senadores y "representantes" y diputados y concejales se eternicen en unos cargos que principalmente sirven para enriquecerlos y asegurar buenas relaciones y negocios para sus familias.

La realidad es compleja. El mundo es complejo. Así lo hemos hecho los humanos, porque -como dice Zuleta- salimos del paraíso y estamos obligados (felizmente condenados) a diseñar la vida que queremos vivir.


El pasado jueves 24 de octubre escuché en una de esas emisoras que gozan de enorme prestigio (somos tan simples) a un Director de Noticias que se escandalizaba a micrófono vivo porque una madre prostituyó a 14 hijas. Según lo que él "supo" (que es lo que hace público, porque cree ser "objetivo") esa mujer vendió la virginidad de sus niñas. Entonces "mostró" su indignación públicamente, y se rasgó las vestiduras (una figura que le encanta a los fundamentalistas de toda pelambre), y pidió cadena perpetua para la madre desnaturalizada que se atrevió a tanto, y abogó por penas cada vez más severas para ese tipo de madres. Al rato, decidió hablar en directo con una psicóloga de prestigio, pensando que ella avalaría su apreciación sobre el caso. Pero la psicóloga no comió cuento por estar al aire en cadena nacional con un supuesto conductor especializado en una gran emisora: le preguntó si había averiguado por la condición mental de la señora, si conocía algo acerca de sus condiciones de vida, si tenía información sobre su pasado; le preguntó si solamente es culpable ante la sociedad esa mujer o lo son también quienes compraron la virginidad de las niñas; le preguntó si cree que este tipo de situaciones desaparecerá si se imponen penas cada vez más severas para quienes los moralistas señalan como culpables...

El mundo, ciertamente, es complejo.