lunes, 16 de junio de 2014

Para una pedagogía política no formal...

NOTA: Aquí se trata de contribuir a la reflexión sobre asuntos políticos de importancia, aunque no con la pretensión de quien dicta una cátedra sino en la perspectiva de un ciudadano del común que piensa en voz alta (en este caso, escribe) sobre temas que considera importantes para una pedagogía política que tanta falta hace en Colombia. Seguramente habrá voces doctas o saberes académicos depurados que puedan objetar el nivel de elaboración o la pureza conceptual con los que se abordan los temas. En lo que a mí concierne, el ejercicio busca principalmente que los lectores piensen, comenten, cuestionen y precisen cómo entienden y asumen las ideas que someto a su consideración. No creo que la pedagogía política se deba sustentar en definiciones de especialistas más que en la experiencia de cada quien; por otra parte, la posibilidad de tener varias visiones puede ser mucho más productiva que la adopción de conceptos que sólo operan en ambientes académicos. Lo que intento, en suma, es provocar y animar una conversación con quien tenga interés en pensar en cómo vive la política y cómo participa o no en la política.

¿Qué es la Patria?

Jorge Luis Borges, creo, dijo alguna vez que la patria es la infancia. Más allá del evidente sentido metafórico de la expresión, ésta contiene una idea esencial que podemos asociar con raíces, con orígenes, con aquello que nos ancla afectivamente a un entorno familiar, cultural, emocional, cercano a lo que en otros discursos llamaríamos el nacimiento a la vida social.

Tanto en Cali como en Bogotá, cuando estoy en cualquiera de estas ciudades, suelo recorrer los lugares que tuvieron importancia en mi vida; es decir, aquellos sitios en los que viví, tuve amigos, jugué, amé, trabajé o estudié, en los que tuve experiencias importantes o decisivas vinculadas con inquietudes o preocupaciones de cada momento.

La patria, dicen los diccionarios etimológicos, tiene que ver con el lugar de la familia, del padre, del clan. En las sociedades modernas es muy difícil hablar de una patria porque hay demasiada movilidad. En mi caso, por ejemplo, tengo la "patria" paterna (el Chocó) y la "patria" materna (el norte del Cauca), pero hay pedacitos de "patria" que tienen que ver con épocas en las que la familia vivió en Medellín, luego en Cali y finalmente en Bogotá. Por causa de mi desaplicación escolar terminé viviendo en casa del tío Marco Tulio, en Palmira, donde disfruté de años maravillosos mientras terminaba mis estudios de bachillerato. Sólo he podido sentir parcialmente la idea de que Colombia es mi patria estando fuera del país, y en realidad más que sentir a Colombia sentí a América Latina, sentí a los pueblos indígenas de toda América, sentí a los pueblos negros de África y a los pueblos de Asia. Poca identificación logré advertir con los europeos, a pesar de que en la cultura letrada de las universidades de nuestros países tienen tanto protagonismo, y se habla de que tenemos en Europa "madres" patria.





Cuando un grupo de poder habla de patria, en general apela a valores culturales de un pueblo o a nacionalismos chatos, carentes de fuerza (en general, creo que todo nacionalismo es chato y carente de fuerza, porque no hay uno sólo que se sustente en hermandades o solidaridades ciertas, amplias y desinteresadas). Los discursos sobre la patria son sospechosos, porque la idea que se expresa siempre es abstracta, difusa, pretende borrar diferencias que se han impuesto en las sociedades por el ejercicio del poder de algunos (las naturales las conocemos y las aceptamos, como cuando hablamos de la piel; las étnicas y las culturales también son ciertas y respetables, porque hablan de modos de supervivencia, de formas de producir conocimientos y de estar en el mundo, de maneras de sentir y de crear, de convenciones y acuerdos colectivos); los que hablan de la patria esconden que imponen a otros (a la mayoría) una noción del derecho y un ejercicio de la política que les niega toda posibilidad de expresar sus pareceres y de participar en la vida de un país como fuerzas con capacidad y posibilidad real de tomar decisiones.

Más grave es que se hable de intereses de la patria, y más que se afirme que tales intereses están por encima de toda una población. La patria es una entelequia que sirve a los poderosos para convocar a los despojados del poder en torno a sus propios intereses. Cuando las minorías hablan de patria lo hacen convencidos de que es posible socialmente pensar por y para todos los habitantes de un país, pero sabemos que esta idea de patria es una más de las utopías de la humanidad.

Los estados-nación surgieron del sueño burgués que imaginó sociedades organizadas en función de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero muy pronto y sistemáticamente estas conquistas se hicieron de unos pocos, y en las luchas por ampliar los beneficios para sí mismos distintos grupos de poder han apelado a la idea de la patria para lograr que muchos se enreden en guerras fratricidas para defender sus propias ideas de lo que debe ser la patria. No la de quienes mueren en las guerras sino las de quienes las alientan, las alimentan y crean ejércitos para hacerlas.



¿Cómo se materializa la patria? Podríamos preguntarle a los soldados de cualquier ejército de cualquier país, y de seguro no podrán expresar en qué consiste la patria por la que se supone deben estar dispuestos a dar la vida.

Creo que la idea de patria es la que cada quien quiera tener. Y me quedo con la idea de que la patria es la infancia; al menos, en mi caso, me siento renacer cuando recorro las casas que habité, los sitios en los que he sido feliz, los caminos por los que pude andar algún día tomado de una mano amorosa.

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