sábado, 17 de mayo de 2014

El estiercolero...

La más grande degradación de la política caracteriza el mal llamado debate electoral en Colombia. Ningún interés que no sea el de un grupúsculo asociado con el poder de la economía, o el apetito burocrático (que no es otra cosa que el ingreso a dineros mal habidos a través de cualquier entuerto, chanchullo, tráfico de influencias, cohecho, y las mil y una variantes de actos de corrupción que nuestros "políticos" inventan o copian o "descubren", que parecen convertirse su modus operandi), o las ganas de "transformar" lo que se cree inviable o improductivo o negativo por la vía de leyes improvisadas y miopes... Casi ningún candidato escapa al comadreo y a la burda estrategia de denigrar de los demás sin atreverse a exponer con claridad sus propuestas (cuando hay alguna).

La verdad, una campaña que entristece, que hace crecer la apatía y la desconfianza por el quehacer político. Más triste aún es el hecho de que la mayoría de los llamados "ciudadanos de a pie" piensen que la forma de hacer política es la que nos muestran los candidatos a la presidencia del país y a las corporaciones públicas.

Lo más grave es que la degradación de la acción política se nutre intencionalmente por la mayoría de tales candidatos. Sólo a ellos conviene que la apatía crezca, porque las mañas inventadas por las maquinarias de los partidos desde mucho antes del invento del Frente Nacional se sustentan en el clientelismo, el cacicazgo, el chantaje o la intimidación, la compra de conciencias y el trueque de favores por dinero o por dominios que procuren el apuntalamiento o la ampliación de cualquier forma del poder. Las maquinarias seguirán permitiendo que se sigan eligiendo los cultivadores del estiercolero en que se ha convertido la acción política en Colombia, y no valdrán opciones como el voto en blanco (de lograr una cifra importante se llegarían a cambiar los candidatos... por otros de los mismos partidos que, como decían los viejos gaitanistas, son "la misma perra con distinta guasca") o la abstención (las maquinarias harán lo suyo y los abstencionistas dirán que ganaron, como siempre, la confirmación de que no cuentan).

Aquí sólo cabe la educación política, basada en la Política cierta, la que no riñe con la ética, la que no se basa en el engaño, la que se nutre con el diálogo abierto y la crítica, la que consulta con el conjunto de la población y no se emplea como estrategia para la imposición de un modo particular de ver el mundo, la que no se nutre con la criminalidad y el terrorismo para obtener ventajas de fantasmas y de miedos, la que sabe que todas las expresiones diversas son amigas de la democracia, la que no convierte en negocios las posibilidades de que un pueblo disfrute del derecho a vivir con dignidad.

Quienes no hablan sobre temas políticos se hacen cómplices del estiercolero. No importa que no se tengan toda la claridad sobre cada asunto ni todos los argumentos para sustentar una posición. Lo que importa es que se hable y que se acepte que puede haber razones más sólidas que las nuestras, y que hablando se gane en la comprensión del sentido y la necesidad de que todos seamos políticos.

Hay que rescatar la política de manos de los mal llamados políticos. Y se puede y se necesita comenzar ya.

Bogotá, mayo 17 de 2014


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