sábado, 27 de diciembre de 2014

La Última Oportunidad

Se hacen balances, se revisan actuaciones, se confeccionan listas de buenos propósitos. Es igual cada año, porque la cercanía de uno nuevo parece imponer reformas a lo que vivimos, y porque la mayoría de la gente siente que puede ser mejor.

Hace unos días vi Last Chance Harvey, una película protagonizada por Dustin Hoffman y Emma Thompson, filmada en Inglaterra. Muestra una historia de amor de esas que uno considera imposibles si se atiene a los criterios de verosimilitud que inventó y todavía promueve Hollywood, es decir que rayan en la más inalcanzable fantasía. El cine tiene de positivo que puede animarnos a emprender una exploración interna, a descubrir facetas propias que ignoramos, a intentar caminos que no creíamos posibles para nosotros. Me conmovió porque hay actuaciones profundas y convincentes, porque el guion es simple y directo y noble, porque no hay alardes tecnológicos sino una historia limpia y bien contada.



No hago publicidad. Sólo comparto algo que hallé sin buscar (como debe ser cuando se trata de cuestiones que valen la pena y están hechas para cada uno, y ninguna de las personas que leen esta nota está en busca de una película para estos días).

El el fondo, el asunto es que nuestras oportunidades tienen que ver siempre con hallazgos internos. Éso creo. Y la mayoría de las oportunidades tienen que ver con proximidades, con los riesgos que asumimos cuando nos acercamos a alguien o a algo. Y tienen que ver también con la capacidad que desarrollemos para tomar decisiones frente a situaciones inesperadas. Y es lo que quizás vale la pena pensar cuando andamos en la tarea de "programar" un nuevo año, o en "transformarnos" sobre la base de prometernos a nosotros mismos hacer lo que jamás hemos hecho.

Los riesgos vienen casi siempre empacados con una dosis de temor. Es normal, si pensamos en términos de supervivencia (del tipo que sea: a veces se quiere sobrevivir y se aprende a vivir y resulta confortable vivir no como quisiéramos sino como toca). Y, entonces, casi siempre es necesario que sepamos distinguir entre los propósitos de cambio que se hacen tradición y las ganas reales de darle un giro a lo que somos y vivimos.

Los fines de año son momentos para pensar en temas como éste, porque no de otro modo buscaríamos estar con personas que queremos (algo sabemos que no hemos hecho o dicho), y porque celebramos que un año haga tránsito hacia el pasado. Quizás alguien piense que el futuro "debe ser" mejor, simplemente porque imagina que nada de lo desagradable que haya vivido tiene posibilidades estadísticas de ocurrir de nuevo. Pero esos futuros son improbables, porque como dijera el amigo Wilhelm Reich, "tenemos la suerte que merecemos", lo que equivale a negar la común creencia de que la suerte y el azar son frutos de un mismo árbol.

Es preferible hacer lo que se siente, sin postergar lo que se quiere con la idea de que lo que no hemos hecho ya tendrá su tiempo y su lugar.

Yo abrazo a mis amigos, a mi familia, a mis queridos estudiantes (siempre cercanos y siempre estímulos para pensarme de nuevos modos), a muchísimas personas que he encontrado y que me han ayudado a llegar hasta este momento.

Disfruten la película, recuérdenme, quiéranse, crean que todo el tiempo tenemos últimas oportunidades y actúen en consecuencia.

Felices últimos días de 2014 y los que vendrán.

Luis Jaime, diciembre 27 de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario