jueves, 10 de mayo de 2012

Sobre expulsiones y mudanzas

Apenas ayer, 9 de mayo de 2012, me entero de que mi grupo de Facebook "Textos para Compartir" ha sido "migrado", expresión que en el lenguaje de los enmascarados dueños de ese espacio virtual significa que no hay grupo, o que quienes hacían parte del mismo han sido ignorados y desterrados tajante e inconsultamente. Tampoco el administrador del grupo (el suscrito) pudo enterarse de la mudanza interna, aunque sí pudo comprobar que de ciento cincuenta o más lectores asiduos sólo le dejaron cuatro (incluido él mismo, quien para mirarse prefiere los espejos).

Facebook demuestra que su concepto sobre sus usuarios se sustenta en el crecimiento exponencial de sus cuentas, sobre todo de aquellas que dicen poco pero provocan muchos "clics": las de quienes cambian fotografías del perfil cada semana, las de quienes añaden imágenes de cada almuerzo y cada evento al que asisten, las de quienes suponen que es importante decir que se levantaron con el pie derecho esta mañana y con el izquierdo ayer y piensan usar los dos pies para su ingreso al mundo cotidiano mañana...

Expulsaron, negaron, suprimieron los contactos. Una forma de censura, o la manifestación más simple e imbécil de la arrogancia de los enmascarados. Una amenaza para quienes entendemos que una red puede ser la ruta hacia la construcción de solidaridades ciertas y transformadoras, basadas en la producción y circulación de escritos que propicien un modo diferente de relacionarnos con los amigos de cualquier latitud, para quienes nos negamos a aceptar que la estupidez, la liviandad y las modas gobiernen nuestros días.

Así que "Textos para Compartir" se muda a este espacio, confiando en que en este barrio no vayan a aparecer mañana unos urbanizadores empeñados en que todo lo que hay en él les pertenece. Podría ocurrir, claro, dado que cualquier expresión que llegue a tener algún valor comercial es susceptible de robo, enajenación, expropiación o plagio, inclusive cuando se ofrece abierta y generosamente, sin derechos de autor y sin ambiciones, apenas con el ánimo de compartirla.

Habrá que dejar la huella en el barrio que se abandona, porque nunca se sabe y, sobre todo, porque quizás alguien se aventure a recorrer las calles del vecindario preguntando a los residentes si saben para dónde se fue el amigo que ocasionalmente escribía unas páginas que les invitaban a conversar, y es bueno dejar abierta la posibilidad de los re-encuentros. Además, quizás llegue el día en que se pueda confrontar y hasta vencer la prepotencia y la arbitrariedad de los enmascarados, y entonces será necesario estar allí, en una de esas calles, para poder aprovechar los ladrillos de tanto que destruyen y colaborar en la inevitable y reivindicatoria pedrea.

Ofrezco café (es decir, afirmo que cada vez que me tome uno pensaré en los amigos, y en nuevos ejercicios de escritura que merezcan ser leídos), una charla con quienes quieran ser mis interlocutores ocasionales. Mientras el vecindario no se contamine, tendré la puerta abierta y un enorme tapete de bienvenida. En esta casa cada quien adoptará (literal y metafóricamente) la postura que prefiera. Tal vez en otro mañana nos libremos de las prevenciones y de los enmascarados de todo tipo...

2 comentarios:

  1. Qué bien por el trasteo. En este nuevo vecindario ya se siente aroma de café, y llega el eco de buenas palabras.

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  2. Me he dedicado a leer todo el blog en estos días. Muchas gracias por tomarse el tiempo para escribir todo esto. :)

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