Mensaje de Fin de Año
"El príncipe me hace mucho bien cuando no me hace ningún mal,
y me da mucho cuando no me quita nada."
Habitante de una villa en la Edad Media
Tuvimos un año lleno de sorpresas y de desconciertos, de expectativas positivas y de frustraciones, como casi todos los años del nuevo siglo, que aún nos depara más sobresaltos.
Nuestra Colombia, de nuevo, nos permite comprobar que tenemos todo el potencial para lo mejor y para lo peor, y encontramos cada día y en todas partes jóvenes soñadores que redescubren la fantasía y la solidaridad y la esperanza en un mundo que parece querer cerrar todas las puertas de la ensoñación y condenar a las nuevas generaciones a la trágica repetición de la historia latinoamericana. Lo triste es que deben andar en contravía de lo que proponen las sociedades y los gobiernos del mundo, dirigidos por los herederos de un pensamiento desueto y estancado.
No es necesario recontar aspectos de la historias reciente del país. Sabemos que frente a las posibilidades enormes que se abren han emergido las expresiones más retrógradas y recalcitrantes, los fundamentalismos más peligrosos, y que unas y otros son promovidos por grupos poderosos.
No necesitamos príncipes, no deberíamos esperarlos. Tampoco mesías, porque solo nos salvaremos cuando comprendamos que tenemos el derecho y la capacidad de elegir, para que no haya quien nos haga un mal o nos quite algo de lo que nos hayamos hecho merecedores.
Creo que la solidaridad es una vía, pero a veces confundimos solidaridad con caridad. La solidaridad se funda en la comprensión de que hacemos parte de un todo.
Espero que quienes me leen reciban mi abrazo solidario y que aprovechemos todos el pretexto de un año nuevo para persistir en los sueños.
L. J.
Creo que la solidaridad es una vía, pero a veces confundimos solidaridad con caridad. La solidaridad se funda en la comprensión de que hacemos parte de un todo.
Espero que quienes me leen reciban mi abrazo solidario y que aprovechemos todos el pretexto de un año nuevo para persistir en los sueños.
L. J.
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