sábado, 16 de noviembre de 2013

El grado 12

Sostengo que el bachillerato, en el sistema educativo colombiano, es una de las más grandes estupideces que se hayan podido inventar: se hace gran alharaca con la importancia de las matemática y el español, y los estudiantes terminan odiando los números y la literatura; se dictan clases de geografía y de historia, pero casi nadie sabe cómo y a cuenta de qué han cambiado los límites de muchos países, y cuáles son los nuevos, o por qué diablos se constituyeron, ni por qué hubo y hay guerras o presidentes fundamentalistas, amantes de los caballos y convencidos de que un país es una finca en la que sólo hay animales y peones.

En Colombia hay una ministra, ex-esposa de otro ministro (palmicultor o, en todo caso, amante de la agroindustria de la palma africana, que acabó con buena parte de la llanura del Pacífico, y con las tierras colectivas de las comunidades afrocolombianas del Chocó y de Urabá, y que se relame con los llanos del oriente del país). Conocí la oficina del nuevo Ministro de Agricultura en Bogotá, hace ya unos dos años, y me impresionaron su "latifundio" burocrático, su gordura temprana, su tontería de beato seminarista impenitente (estudié con ese señor en 1965, en el Seminario Conciliar San Pedro Apóstol, de Cali, del que fui casi expulsado justamente por no tener "espíritu seminarístico", virtud que agradezco a la vida, la salud y la felicidad de las que hoy disfruto).


CITO:

Martes, 30 de Abril de 2013 

Tras la propuesta del Banco Mundial (BM) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre la implementación del grado 12, varios colegios de Bogotá ya vienen adelantando estrategias y programas piloto para evaluar la viabilidad de la propuesta planteada. Lo que se busca con la propuesta del grado 12 en los colegios de Bogotá es que el año o los dos años más en el bachillerato sirvan para que los estudiantes salgan como técnicos o tecnólogos y, al mismo tiempo, fortalezcan sus aspiraciones y se combata la deserción escolar en las universidades.

Actualmente en Bogotá se han identificado 35 colegios que iniciarán el grado 12 y 42 colegios en los que se están verificando las condiciones para poder dar inicio al grado 12 durante el segundo semestre de este año. La estrategia consiste en que el colegio y la facultad empiezan a trabajar en equipo en décimo y once, implementando el 25 y el 40 % del currículo, con el fin de llegar al grado 12 con el 100%. La idea es que a medida que el estudiante sea bueno, la universidad le dará créditos desde el grado décimo, once y todo doce, que le servirán para la universidad. A los jóvenes que optan por los grados 12 y 13 se les imparten seis áreas del conocimiento: ciencias económicas y administrativas; arte y diseño; educación física y deportes; matemáticas, ingeniería y tecnologías de la información; ciencias naturales; biología, física y química; y lengua y humanidades.

El objetivo primordial de esta iniciativa es llegar a vincular a los jóvenes de los grados 10º y 11º de colegios distritales de todo Bogotá a programas que les permitan reconocer sus intereses y así llegar a una articulación con la educación superior de manera efectiva. (Plan Nacional de Educación -PNDE- 2006/2016 (http://www.plandecenal.edu.co/).

NOTA 1: Edité el texto anterior, porque estaba MUY mal escrito, como si hubiera sido redactado por un estudiante universitario de cualquier facultad de comunicación, con grados 11 y 12, lo que no garantiza que se dominen la escritura expositiva o los géneros periodísticos....


REGRESO A MIS PENSAMIENTOS:

Suelo decirle a mis estudiantes universitarios que el bachillerato es un padecimiento inútil. Les cuento que el maestro Estanislao Zuleta decidió "saber" y por ello decidió renunciar a los colegios cuando aún no llegaba a la mayoría de edad. Se formó al lado de Fernando González, el "poeta de a pie", amigo de su padre, con quien se acercó a la literatura y a la filosofía. Después se abrió su apetito por otros saberes y otras expresiones, y leyó sin cansancio sobre todos los temas que le inquietaban. Un autodidacta, como podría ser cualquier persona que simplemente hace preguntas y busca respuestas. Para éso no se necesita estar sentados doce años en salones de clase con profesores mal pagados y malamente informados, sin pasión por su oficio y a duras penas interesados en los finales de cada mes, cuando se les consigna un pago por una labor que no realizan bien.



En 1981 asistí a un curso de Psicoanálisis que dictaba el maestro Zuleta. No aprendí mucho sobre el tema, pero me interesé por la obra de Freud, y más tarde leí a Wilhelm Reich, y me acerqué a los escritos de Jung, y compré libros de Igor Carusso, de Mannoni, de Lacan, de Winnicott, de Groddeck...

La educación, supe, no tiene que ver con abundancia de contenidos sino con la siembra de inquietudes.

Cuando hacía mi especialización en Sociología, el amigo y profesor Alberto Valencia insistía en la condición de pensador de Zuleta. No se trataba de un "sabedor" de múltiples asuntos sino de un individuo que se situaba en sus circunstancias y hacía preguntas -las que muchos podríamos hacer- sin esperar a que las respuestas estuvieran dadas, sobre todo si esas respuestas provenían de personas ajenas a las realidades propias. No se puede aceptar una respuesta a una pregunta que no hemos hecho: el sistema educativo colombiano ofrece millares de respuestas (el ICFES lo sabe y juega con ello) a preguntas que nada tienen que ver con quienes "se educan". Sabemos tanto que no sabemos nada.

Cuando la Ministra de Educación (!!!!!) propone añadir un año (un grado) a la tortura de la educación básica secundaria no hace más que promover el incremento formal de la estupidización de nuestra juventud. ¿Acaso pretende que los estudiantes  aprendan a pensar?, o ¿piensa que nuestros jóvenes serán capaces, con un año más de encierro, de redactar textos claros, concisos y coherentes?, ¿o que se interesarán más por la lectura?, ¿o que llegarán a las universidades con ideas claras con respecto al tipo de sociedad en la que vivimos, y con proyectos de vida y de trabajo que permitirán transformar la sociedad y hacer que sus vidas sean menos trágicas que las de sus padres?

El problema de la educación no es de cantidad de cursos o materias sino de calidad de los maestros y de claridad en los propósitos. He afirmado que no es necesario que un niño dedique cinco años (en la primaria) para apenas saber medio leer y no leer casi nada, o poder sumar y no tener qué (lo mejor y más práctico sería aprender la resta y la división, porque personas como la ministra no permiten pensar en sumar y multiplicar).

Necesitamos educadores diferentes, comprometidos, deseosos de cambiar el tierrero en que vivimos (reemplácese esa expresión por cualquier otra que ilustre con más claridad el tipo de mundo al que se somete a la mayoría de la gente en este país). Pero éso no es fácil, porque los educadores suelen ser más un tipo de funcionarios del sistema educativo que una especie de individuos conscientes de su papel como gestores de individuos pensantes.

El objetivo de la educación, si no es el de formar personas capaces de pensar, no es ninguno, más que el de re-producir una realidad que a pocos sirve. La sociedad inequitativa, desigual e injusta en la que vivimos se sostiene y se alimenta de gente que no sabe, que no piensa, que no se hace preguntas. Un grado más en el "régimen" de "educación" secundaria no haría más que fortalecer la incapacidad de nuestra juventud para aspirar a cambiar el país.

La ministra no es tonta. Sabe de qué va este cuento. Sabe por qué propone un grado más de estupidez para nuestra juventud. Jamás se le ocurrirá plantear el tema de la calidad de la educación (ella misma parece ser fruto de la cantidad, no por nada dirigió la Cámara de Comercio de Bogotá), o asociar la calidad con la formación de los educadores y la investigación sobre estrategias para desarrollar el pensamiento crítico y reflexivo en nuestra juventud. El tema es tremendamente simple para los funcionarios, los burócratas y los políticos tradicionales: más de lo mismo, que es nada; una suma de información destinada al olvido y al alejamiento del saber.


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