miércoles, 11 de septiembre de 2013

Hoy, en mi vereda...


Debo comenzar agradeciendo a un número considerable de personas cuyos nombres no registro (o no recuerdo, o no conozco), por sus solicitudes para integrarse al grupo Textos para Compartir. En general, no me hago ilusiones sobre la calidad o la profundidad de lo que escribo. Publico mis ideas porque las siento fuertes y ciertas en determinados momentos: ni mejores ni peores que las de otros, sólo ciertas en la medida en que pugnan por salir o desatan nudos que tengo y que a veces parecen querer asfixiarme.

Hoy, en mi vereda, mi madre sufre de un modo que jamás imaginé que podría darse. No soy médico, ni psicólogo, ni psiquiatra... y no sé qué haría si tuviera el conocimiento de un especialista en los males del alma. Pero, además, no me duelo por no tener la experticia de quienes se consagran a estudiar y pretender resolver los padecimientos de quienes sufren por no poder aceptar la vida como nos llega. Difícil, triste, doloroso...

Nuestros padecimientos con respecto a las personas que tenemos cerca siempre serán producto, efecto y expresión de la confusión. El alma (o lo que sea que tengamos) se expresa de formas que no podemos anticipar ni comprender, ni siquiera si creemos tener conciencia plena de nuestra historia personal. No hay tal: no nos sabemos suficientemente. Lo peor es que el factor inconsciente tiene un peso enorme y lo desconocemos casi por completo.

¿A quién le preguntamos por qué nuestros deseos de imponernos sobre los demás son condición para sentirnos bien? Muchos de nosotros hemos vivido cerca de personas que nos retan, que nos condicionan, que nos imponen ser de ciertos modos para ser aceptados y aprobados.

Supongo (no tengo otra opción) que todos tenemos padres amorosos, que tenemos preceptores que imponen visiones sobre el mundo, que padecemos docentes que deciden cuáles son los caminos que debemos tomar.

Hay enfermedades del alma que no se tratan en los consultorios médicos: ni las que padecemos quienes en alguna ocasión nos hemos sentidos excluidos, utilizados o ignorados, ni las que sufrieron aquellas personas que excluyeron, utilizaron o ignoraron a otras. No sabemos a ciencia cierta qué es el amor, e intentamos (aunque no siempre con éxito) comprender de qué manera podemos hacer que alguien cercano se sienta amado por nosotros.

Los males físicos parecen llegarnos a todos en algún momento. Los demás males, siento que pueden evitarse (las religiones los señalan como "pecados", y son los menores, puesto que estamos advertidos sobre cómo podemos caer en ellos y, por tanto, sabemos cómo evitarlos).

Lo grave es que ignoremos consciente y deliberadamente pecar. No soy religioso, y no hablo del pecado en los términos en los que se expresarían un sacerdote, un pastor, un chamán, un gurú.

Pecar es, creo, contrariar la vida, limitar las opciones que tenemos o que otros tienen para explorar posibilidades.

Vivimos en un mundo de suicidas...

hoy, en la vereda de tantos.....