martes, 17 de julio de 2012

Razón y Acción Comunicativas

1. Dos mensajes

Cuando comencé a escribir este blog tenía en mente aprovecharlo como recurso para acercarme a muchos amigos de distintas épocas, un poco con la idea de Juan Carlos Onetti sobre la escritura ("Escribir es un acto de amor"), que es un poco la misma que expresara hace ya más de treinta años García Márquez ("Escribo para que mis amigos me quieran más").

Pero el cariño, el aprecio o el respeto tienden a ser insuficientes cuando simplemente se declaran. Lo sabemos bien todos, porque cuando más allá de las declaraciones que los expresan no hay gestos o acciones que certifiquen su validez uno termina por acomodarse a las rutinas de los saludos, los abrazos, las buenas maneras, las meras apariencias.

Reproduzco aquí dos mensajes de correos electrónicos. El primero, de Gustavo Ignacio de Roux, mi amigo desde el primer saludo en Tumaco, en 1985, con ocasión de una visita que hizo al puerto nariñense para trabajar en un taller con funcionarios y promotores sociales de Plan Internacional. Conversamos, rumbeamos en casa de María Isabel Duque y Franklin García, trabajamos de nuevo el día siguiente, y quedamos en que cuando yo regresara a Cali lo buscaría para ver si había alguna actividad en la que pudiéramos coincidir.

El año siguiente, ya en Cali, volví a encontrarlo mientras trabajaba con Alvaro Pedrosa en un proyecto que daría origen a la Fundación HablaScribe, de la cual Gustavo fue socio fundador con Alvaro y otros dos amigos. Cuando viajó a Brasil, en 1988, Gustavo nos dejó su casa para que la utilizáramos como sede provisional de la Fundación, mientras se hacían unas adecuaciones en la casita que tuvimos en comodato en el Barrio Bretaña.

El segundo mensaje es mi comentario al correo de Gustavo.

Bueno, pero dejemos que los mensajes hablen, y volveremos más adelante, en la segunda parte de esta entrada, al asunto que me motiva a escribir esta nota.


MENSAJE No. 1:

¿ESTAREMOS CONDENADOS?

Hace pocos días recibí por internet un mensaje que hacía referencia a un escrito de Ayn Rand en su libro La Rebelión del Atlas (1950). Quien puso a circular el mensaje se inspiraba en dicho escrito para proponer caminos para transformar el Congreso quitándoles privilegios a los congresistas. En el texto citado, Ayn Rand señala que “cuando en una sociedad para producir se necesita obtener autorización de quienes producen nada; cuando el dinero fluye hacia quienes trafican con favores; cuando muchos se hacen ricos a través del soborno y de las influencias y no por su trabajo, y las leyes no  protejan contra ellos sino que son ellos los que están protegidos; cuando la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto-sacrificio, entonces se puede afirmar sin temor a equivocarse que esa sociedad está condenada”.

Colombia tiene muchas cosas positivas y está plagada de ejemplos de prácticas que van en contravía de la corrupción y la incivilidad, pero no es menos cierto que las palabras de Ayn Rand nos obligan a preguntarnos si no estaremos condenados como sociedad. ¿Acaso no es cierto que la inmensa mayoría de los políticos solo ven en los recursos públicos un botín para saquear? ¿Acaso no es cierto que los cuerpos colegiados, llámense concejos municipales, asambleas departamentales o congreso nacional, son antros en donde la mayoría de sus miembros negocian maneras de atracar lo público para su beneficio personal? ¿Acaso no es cierto que la corrupción es parte del paisaje nacional? ¿Acaso opera la justica y se satisface el derecho a vivir en paz? ¿Acaso hay garantía de acceso, para la mayor parte de la población, a salud y educación de calidad, a vivienda digna y a ingreso decoroso, esas “pequeñas utopías” como las llamó Darcy Ribeiro?


Desde luego habrá muchos caminos para lograr que esta sociedad, aparentemente condenada, sea viable. Pero sin lugar a dudas, uno ineludible tendrá que ser la censura recia, decidida y sin tregua a los partidos políticos que prohíjan la corrupción, a los cuerpos colegiados que la cultivan y a los políticos que la practican. Y tendrá que ser con todo tipo de censuras: moral, electoral, jurídica y social. Porque no habrá opción alguna de ser posibles como sociedad mientras los recursos que son de todos y que no deben tener otra finalidad que la de propiciar el Bien Común, sigan siendo encauzados hacia los bolsillos de concejales, diputados, congresistas y funcionarios públicos venales y deshonestos. Al fin de cuentas son ellos quienes, elegidos para propiciar el desarrollo y la construcción de bienestar, se encargan con la corrupción precisamente de bloquearlos.

Gustavo I. de Roux


MENSAJE No. 2:

Mi apreciado Gustavo:

Tu escrito acerca de la condena que pesa sobre este país ha sido ampliamente difundido por diversos círculos de amigos. De hecho, me llegó en varios correos, y sé que ha suscitado comentarios, aunque me temo que en la mayoría de los casos pesimistas.

Comparto la visión, e inclusive creo que uno a veces se queda corto en la exposición y en el análisis sobre las tragedias que nos imponen los de siempre. Pero en lo que a mí respecta trato siempre de cultivar algo de esperanza (que, lo he dicho en muchas ocasiones, es lo último... que se gana). La esperanza, pienso, está en la seriedad con la que hago mi trabajo como docente, y puedo afirmar que de alguna manera llego a "tocar" a algunos jóvenes que se quieren formar como comunicadores; y escribo un blog en el que no sólo hago denuncias y presento mis propias versiones o análisis con respecto a nuestras realidades sino que intento dejar la idea de que todos podemos pensar y actuar para transformar los pequeños espacios en los que nos toca estar.


He soñado con una red en la que se trabaje sobre la base de la solidaridad. La he propuesto a amigos ambientalistas, ofreciendo mi conocimiento y mi experiencia para el diseño de proyectos, o aportando información, y planteando que si cada quien ofrece lo que tiene a otros entonces se pueden fortalecer iniciativas de muchos y todos ganan. Mi primera experiencia como internauta, hace más de quince años, se dio en respuesta a la inquietud de una chica venezolana que leyó un comentario que dejé en una web sobre Cortázar: cuando ella leyó mi nota decidió que yo podría ser un apoyo para su trabajo de grado (justamente sobre el querido cronopio) y eso hizo que mantuviéramos contacto durante casi seis meses, hasta que terminó su trabajo y se graduó.

La Internet sirve para lo que uno la use. Lo grave es que la mayoría de la gente hace lo que los negocios de la red propone. Pero mi blog me ha mostrado que hay lectores críticos, que hay gente con ganas de actuar con otros y de transformar algunas realidades, que hay la posibilidad de mover opiniones e inclusive de crear cierto tipo de movimientos.


Lo que quiero decir es que si uno decide proponer algo diferente es posible que se mueva mucha gente, sin necesidad de pensar en organizaciones formales, partidos, etc. Opiniones sin exclusión, debates abiertos, formas de expresión que se aparten de los radicalismos, los sectarismos y todos los demás "ismos" que aíslan y niegan la posibilidad de actuar en dominios en los que tenemos cercanías con otros. Seguramente una propuesta de este tipo inmediatamente contará con entusiastas dibujantes, diseñadores, músicos, cuentistas, corresponsales, y mil más etcéteras importantes.

¿Le jalamos? Yo aportaré lo que pueda, y seguramente hay más de un cómplice esperando que alguien lance una iniciativa como ésta.


Va mi abrazo,


Luis Jaime Ariza T.


2. Una propuesta


Gustavo respondió a mi correo con la aceptación de la idea que planteo en mi comentario. Suficiente para creer que es posible trabajar en la dirección que señalo, sobre todo porque uno va sintiendo que los colombianos estamos "condenados" a reaccionar creativamente si no queremos la otra condena, la de la resignación y la queja permanente. 

La propuesta, entonces, es que quien desee trabajar por la creación y el mantenimiento de un espacio abierto, creativo, de intercambios productivos, de debates sustentados, de solidaridades activas, de expresiones ciertas de apoyo a quienes animan proyectos de hermandad, de construcción de conocimientos, de investigación y de reflexión sobre las realidades del país, de búsquedas por la transformación democrática de Colombia, de diálogos razonados que destierren toda suerte de sectarismo, de ideación, de encuentro en acciones que acerquen tantos sueños aplazados, y quienes quieran enriquecer ese espacio con sus aportes, comiencen a expresarlo desde ya.

Este blog será un primer punto de apoyo para la propuesta, pero todo el que quiera puede proponer sus propios espacios, porque se trata de construir un proyecto sin centros (o con muchísmos centros, los de cada participante), sin dirigentes (o con la dirigencia y diligencia de todos), sin estructuras ni burocracias de partido o de movimiento formal. La idea es aprovechar todos los recursos que hay en internet (aún las llamadas redes sociales, que podremos convertir en redes de acción).

Habrá diseñadores y "disoñadores" (como diría el buen León Octavio), y entonces podremos crear algún otro espacio, y habrá quienes ofrezcan servicios y apoyos a quienes desarrollen proyectos en múltiples campos. La idea motriz es la acción social solidaria.

Como soñador, tengo muchas otras ideas en mente, pero por ahora espero ver qué reacción suscita esta notica.

Adjunto mi dirección de correo para recibir comentarios. Responderé todos los que lleguen y escribiré la siguiente semana sobre cómo va el asunto.


lujarte@yahoo.com

martes, 10 de julio de 2012

Terrorismo "de Frente"

NOTA PREVIA: Si este texto resulta interesante para algún lector, tiene mi consentimiento para copiarlo, distribuirlo, difundirlo por cualquier medio, comentarlo, criticarlo, publicarlo en el lugar que considere conveniente o realizar cualquier etcétera que le parezca conveniente. Me gustaría, eso sí, que cite la fuente.


"El terrorismo sí funciona: es el arma de los fuertes. Es un error analítico muy grave decir, como se hace habitualmente, que el terrorismo es el "arma de los débiles". Al igual que cualquier otro tipo de violencia, el terrorismo es fundamentalmente el arma de los fuertes. De hecho, lo es de un modo arrollador. Simplemente se dice que es el arma de los débiles porque el fuerte ejerce también el control sobre los sistemas de adoctrinamiento y porque su terror (el del fuerte) no cuenta como tal."                                                        
Noam Chomsky, Al-Ahram Weekly, 1 al 7 de noviembre de 2001

Chomsky es poco conocido por estos pagos. En algunas universidades se leen varios de sus textos, aunque principalmente aquellos en los que desarrolla sus planteamientos sobre la gramática generativa  transformacional, y ésto en programas académicos que tienen que ver con lingüística y lenguas modernas, a veces con literatura y comunicación. Poco se le conoce en su calidad de intelectual analítico y crítico que opina y escribe sobre temas políticos de los Estados Unidos e internacionales. En muchos medios masivos de su país se le considera "incómodo", tanto como lo sienten algunos académicos que antes de debatir sus propuestas teóricas le ponen etiquetas descalificadoras.

Sin embargo, valdría la pena que muchos en nuestras latitudes nos acercáramos a sus escritos, buena parte de los cuales se encuentran con facilidad en internet. Chomsky es uno de los pocos intelectuales que se atrevió a denunciar las guerras y los golpes de estado que han promovido las grandes potencias del mundo en contra de países de Asia, Africa, América Latina y hasta del territorio europeo después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Aquí no entraré en detalles sobre sus escritos, confiando en que quienes leen esta nota son personas inquietas y algo desconfiadas con respecto a las grandes empresas "informadoras" del planeta.

El tema que me mueve a compartir este texto es la noticia de que en Colombia se está gestando un movimiento contra el terrorismo, lo que no está mal para un país que viene padeciendo de una violencia crónica prácticamente desde su independencia de la corona española a comienzos del siglo XIX. Sabemos que los criollos que crearon la República se enfrascaron en luchas para dirimir sus ideas acerca de si la nueva nación de la esquina noroccidental de América del Sur se organizaba como una unión de estados o como un estado centralizado, o para establecer si el desarrollo de la joven república se resolvía con arreglo a una mentalidad feudal o incorporándose a las corrientes progresistas que nacieron con la Revolución Industrial en la Inglaterra de finales del siglo XVIII. Sabemos que esas luchas no las libraron los ideólogos del federalismo o el centralismo, ni los impulsores de la industrialización o los terratenientes, ni los dirigentes de los partidos liberal o conservador: siempre la "carne de cañón" han sido aquellos en nombre de los cuales se plantearon los debates, jamás beneficiarios de los triunfos de uno u otro bando. En Colombia se habla de muchas "violencias" pero no se tiene en cuenta que siempre ha habido violencia, la que han promovido quienes se han presentado como dirigentes, como gobernantes, como administradores, como dueños del país.

¿No fue un acto terrorista el intento de asesinato de Bolívar en septiembre de 1828? ¿No fue un acto de terrorismo el asesinato de Córdova, por el comandante irlandés Ruperto Hand, en octubre de 1929? ¿O el de Sucre, fraguado en Bogotá, en julio de 1830? ¿O la conspiración contra Santander en 1833? Las guerras civiles que "animaron" las discusiones sobre el destino del país, ¿no fueron acciones de terrorismo?

Del siglo XX se puede decir más. Pero, para comenzar, cito a Jorge Orlando Melo (Colombia es un tema, que se puede leer -completo- en http://www.jorgeorlandomelo.com/index.htm)

"El colombiano de hace cien años tenía al menos una razón para sentirse tranquilo: el fin de una larga guerra civil. Pero en general la vida de ese colombiano típico no era fácil: un campesino analfabeta, cuya esposa, que trabajaba sin descanso en el hogar y la parcelita familiar, había dado a luz seis hijos, que vivirían en promedio menos de 30 años. Muy religioso, sabía del mundo exterior lo que oía decir al cura o a algún rico del pueblo, que hablaba del Papa y de los pecados de París. Los conflictos políticos podían haberlo convertido en un apasionado conservador que veía en los liberales a los promotores de la impiedad, o en un liberal que miraba con ironía y escepticismo el papel de la iglesia; en ambos casos la política era una especie de contrato de adhesión con los dirigentes locales, que no ofrecían a sus seguidores más que algo de protección y de amistad paternal. Pocos impuestos pagaba y pocos servicios recibía: unas cuantas escuelas, caminos y ferrocarriles, eran todo lo que el Estado entregaba. Aunque hablar de un colombiano típico es abusivo: las diferencias regionales eran grandes, y sin las guerras civiles y algunos procesos de colonización, pocos colombianos habrían salido nunca de su departamento natal.
Las cifras son claras: en la primera década del siglo XX, de los cuatro millones de colombianos solo el 12% vivía en ciudades de más de 10.000 habitantes. El analfabetismo superaba el 75% y solo uno de cada 6 niños iba a la escuela. Las epidemias amenazaban a los menores, y el tifo, la viruela o las enfermedades gastrointestinales mataban a uno de cada seis niños antes de cumplir un año. Los médicos solo existían para la minoría que podía pagarlos: para las enfermedades había que resignarse a infusiones de hierbas u otras formas de medicina alternativa y casera. Apenas uno de cada 50 colombianos terminaba secundaria, y uno de cada 200 la universidad: para ser campesino o peón urbano no era necesario saber leer y escribir. El país tenía teléfonos en cuatro ciudades grandes, luz eléctrica, y una red de telégrafos que permitía mandar mensajes, en código Morse y ahorrando palabras, a 600 municipios. Y para moverse, ahí estaban las mulas, pero sobre todo las piernas: los caballos eran de los ricos, y los trenes que salían de Bogotá o Medellín no llegaban todavía al río Magdalena. En el país había dos o tres automóviles, que no podían alejarse mucho: el viaje del general Rafael Reyes, presidente de la República, de Bogotá a Santa Rosa de Viterbo, su pueblo natal, en 1909, fue visto como una hazaña nacional.
Las mujeres estaban, en teoría, en el hogar: sin derechos políticos, debían someterse, según la ley, a la autoridad del marido, vivir donde este decidiera, entregar todos los bienes a su administración. En la práctica muchas tenían pequeños negocios, hacían artesanías o sembraban la tierra, y vivían con independencia o lograban el respeto o el trato igualitario por parte su pareja. Pero si recibían un salario, era casi con seguridad por trabajar en el servicio doméstico, que incluía con frecuencia obligaciones sexuales, y muchas tenían que someterse a las violencias y humillaciones que les propinaban sus compañeros o maridos. Ninguna mujer estudiaba bachillerato, ninguna era profesional: lo más cercano a esto eran las maestras, que llevaban algo de educación a las zonas rurales, o las monjas, que atendían en orfanatos o asilos. La vida sexual era más o menos libre en algunos sectores populares y regiones del país, aunque siempre sometida a la maldición del embarazo frecuente. Pero las mujeres de clase alta o media, o las de regiones donde la iglesia había impuesto sus normas, que podían disfrutar de ciertos nichos de independencia en sus hogares o su vida social, estaban sometidas a obligaciones de fidelidad y ascetismo que no cobijaban a sus maridos."

Lo que puede establecerse a partir de esta caracterización de la sociedad colombiana de comienzos del siglo XX al compararla con la situación en los primeros años del XXI es que aquí poco ha cambiado. Obviamente, no se habla de apariencias, que en ellas se suelen apoyar quienes reclaman para sí protagonismo por los "grandes avances" que el país ha experimentado. La mayoría de nuestra población sigue careciendo de lo elemental (educación, vivienda, salud, servicios básicos, buenos empleos), y seguramente tiene derecho a esperar más. Sin embargo, los terroristas no han sido jamás mayoría: antes bien, si se hiciera un cálculo sobre el porcentaje de terroristas que hay en Colombia estaríamos hablando de menos del 0.5% de la población (estoy asumiendo que hay 45 millones de habitantes en el país, y que hay 20 mil terroristas, incluyendo las mafias de políticos, empresarios y terratenientes).

El terrorismo siempre será la expresión de una minoría. Si no lo fuera, entonces no tendría sentido ser terrorista, pues las mayorías podrían participar en debates electorales y crearse espacios propios para participar activa y decisoriamente en múltiples escenarios. De hecho, no se necesita crear un frente contra el terrorismo pues es evidente, claro e incontrovertible que la mayoría de los colombianos condena todo tipo de acción terrorista. El frente existe sin que se cree.





Si se quiere crear un frente "formal", con ropaje y estructura de partido político, entonces puede pensarse que quienes impulsan tal idea lo que hacen es darle importancia a la minoría terrorista, legitimarla, convertirla en antagonista político. Y eso huele mal. ¿Qué interés puede animar a un grupo de políticos para darle estatus político a los terroristas de todas las pelambres?

Obviamente, los terroristas razonan poco o lo hacen mal, igual que quienes crean frentes contra el terrorismo: aquellos se creen el cuento de que sus enemigos son quienes les hacen caso, y entonces terminan por hacerles el juego a éstos, igual que le hacen el juego al terrorismo quienes crean frentes o partidos anti-terroristas: por algo se dice que los extremos se encuentran, o que los polos opuestos se atraen.

Chomsky recuerda en sus escritos que el Partido Nacionalsocialista de Hitler basó buena parte de sus campañas políticas en Alemania llamando al pueblo a cerrar filas contra el terrorismo (los terroristas eran los comunistas, pero también todos los sindicalistas, los judíos, los extranjeros que tenían industrias en el territorio alemán, los no arios, los no católicos, quienes no se afiliaban al partido....). El segundo Busch sugirió que quienes no estaban en favor de las políticas de los Estados Unidos frente a Irak podían ser considerados enemigos de "la libertad" o "aliados del terrorismo internacional". Sobre este tipo de visiones también hay abundante documentación en la historia mundial de este siglo.



En Colombia padecimos un "Estauto de Seguridad" durante el gobierno de julio César Turbay. Se limitaban libertades y derechos de la ciudadanía, se elevaba el miedo a categoría de argumento político, como lo quiso hace apenas unos años otro gobierno con una propuesta de "Estatuto Anti-terrorista", con más fiereza y maquillajes, y como lo quieren nuevamente los promotores de un partido nacido de consignas contra el terrorismo.

De modo que el frente contra el terrorismo, convertido en partido, declarará que quienes no se cubran con su manto serán válidamente cobijados por el manto de sus sospechas de complicidad con el terrorismo. Aquí ha ocurrido ya muchas veces, y las expresiones más recalcitrantes de la derecha y de la izquierda actúan siempre del mismo modo. Como decía Estanislao Zuleta, la conclusión a la que llegan los fanáticos siempre es la misma: "El que no está conmigo está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo". (Elogio de la dificultad, en Elogio de la dificultad y otros ensayos, Fundación Estanislao Zuleta, Cali, 1994, pág. 11).

Si se crea un frente contra el terrorismo se reclama, además, que todo acto terrorista es una expresión en contra de quienes lo conforman. Sencillo: dirán que son los únicos que sustentan sus discursos y sus acciones en la declaratoria de una lucha frontal contra aquél. Todos los demás mortales serán acusados por no estar en "su" frente, por no apoyar sus candidatos, por no seguir a los salvadores que se congregaron en torno a sus ideas. Así que en adelante todo acto terrorista será propaganda política no pagada para ellos.

¿Será que todavía hay colombianos dispuestos a aceptar que se limite la libertad de expresión para que sólamente se escuchen las voces y las ideas de los "salvadores"? ¿Será que el país se vuelca a apoyar a quienes consideran válido, constitucional y hasta manifestación de una política de "prevención" contra el terrorismo, vigilar a cada ciudadano, interceptar comunicaciones, condenar manifestaciones públicas de cualquier disidente, darle a la Justicia Penal Militar facultades para juzgar civiles, o convertir unas normas aplicables a estados de excepcíón en legislación permanente?

Dejemos hasta aquí este comentario (por hoy, pues no se sabe qué viene mañana). Como soy bastante optimista con respecto a los modos como reflexionan mis lectores, cierro con otra cita, esta vez de Escucha, hombrecito, de Wilhelm Reich (también se encuentra en internet y lo recomiendo).

"...Eres grande cuando cuidas de tu oficio, cuando lo haces con cariño, con felicidad al tallar y construir y pintar y decorar y sembrar, y cuando gozas del cielo y de lo celeste y del corzo y del rocío matinal y de la música y del baile y de tus hijos que crecen y del bello cuerpo de tu mujer y de tu hombre; cuando vas al planetario para comprender tu cielo estrellado, a la biblioteca para saber qué piensan de la vida otros hombres y mujeres. Eres grande cuando ya abuelo, anciano, tienes en tus rodillas a tu nieto y le cuentas de tiempos lejanos y pasados; cuando miras a tu futuro incierto con tu curiosidad buena e infantil. Eres grande, madre, cuando arrullas a tu recién nacido; cuando, con lágrimas en tus ojos, ansías de todo corazón la suerte para su futuro; cuando construyes ese futuro hora a hora a lo largo de los años en tu niño.
Eres grande cuando cantas las canciones populares buenas y cálidas, o cuando bailas en ronda al son de una armónica, porque las canciones populares son buenas y sanas, y son iguales en toda la Tierra. Y eres grande cuando le dices a tu amigo:
-Le agradezco a mi destino que me haya sido deparado vivir mi vida libre de la suciedad y de la avidez, de vivir el crecimiento de mis niños, sus primeros balbuceos, su asir, su caminar, sus juegos, preguntar, reír y amar; que haya conservado limpio y puro mi sentido por la primavera y por su brisa suave, por el arrullo del arroyo y por el canto de los pájaros en el bosque; que me haya mantenido apartado de la charla de malos vecinos; que haya sido feliz al abrazar a mi esposa y sentido la corriente de lo vivo en mi cuerpo; que en los tiempos turbulentos no haya perdido el sentido de mi ser, y que mi vida haya tenido sentido y duración....
...Y cuando en las noches tranquilas, después de cumplida mi labor, estoy sentado con mi amada o con mi niño en el prado delante de casa y siento la respiración de la naturaleza, surge en mí la canción que tanto me gusta oír, la canción de los muchos, la canción del futuro: "¡Sed abrazados, millones!"... Entonces imploro a esta vida, para que aprenda a administrar sus derechos, a convertir a los duros y a los temerosos, que hacen resonar la música de los cañones. Sólo lo hacen porque se les escapó la vida..."  

El terrorismo se sustenta en el miedo. Y con miedo no se puede vivir.

martes, 3 de julio de 2012

Si se enseñara a pensar....


La semana pasada recibí de una amiga, docente de la Universidad Central, un correo en el que se invitaba a leer un artículo sobre el plagio, una práctica que parece haberse incrementado con el boom de internet y las nuevas tecnologías en la educación media y la educación superior. Como suele suceder, al menos en nuestra inefable Colombia, docentes y directivos, funcionarios ministeriales y políticos variopintos, todos a una expresan su más profunda preocupación por el asunto y manifiestan estar en la mejor disposición para salir al paso de tan abominable práctica: ¿la solución? disponer de las herramientas que la misma tecnología ofrece para detectar a los tramposos, imponer castigos severos para quienes cedan a la tentación de ofrecer gato por liebre a los abnegados maestros, diseñar formas de evaluación que impidan a los estudiantes recurrir a sitios como El Rincón del Vago, Tu Tarea, Monografías.com, Ayuda Tareas, etc., etc., etc.

Como mi principal tarea en el ejercicio de la docencia -desde hace ya un poco más de treinta años- ha sido trabajar en talleres de redacción, el tema me interesa, me inquieta y me lleva a constantes reflexiones. Al final de las mismas, como ocurrió en esta ocasión, concluí que las "soluciones" que se suelen ofrecer son todas ineficaces, inconvenientes y ajenas al problema (aunque no a su manifestación).

Los colombianos, creo, nos creímos el cuento de que somos "un país de leyes", lo cual constituye un dudoso mérito: si una sociedad tiene que promulgar leyes para disuadir a sus integrantes de que infrinjan normas éticas, vulneren tradiciones o pasen por encima de códigos de comportamiento sustentados en los más elementales acuerdos de una cultura, va por mal camino. Es simple: a nadie se le imponen multas o se le lleva a la cárcel por estornudar en un concierto, aunque los asistentes al mismo esperan que no haya algún contertulio que lo haga.

¿Por qué los estudiantes hacen pasar por suyos trabajos ajenos? Creo que es la pregunta que no se hace, al menos públicamente, y supongo que las "soluciones" al problema del plagio ignoran.

Alguna vez pensé que los funcionarios de todo tipo no funcionan porque se piensan como "atajadores" de todo aquello que no cabe en sus mentes lineales o cuadriculadas: ningún funcionario está preparado para comprender la lógica o la dinámica de un proceso social, ninguno es capaz de situarse en el lugar de quien solicita su atención. Los funcionarios de todo tipo quieren que el mundo se acomode a una normatividad que se ajuste a manuales, procedimientos y expectativas que se centran en la visión o el deseo de algún burócrata o "experto" que saben qué se puede o qué no se puede (o debe) hacer.

Un estudiante copia un texto porque durante once años le enseñaron que sus ideas o sus saberes no son posibles: se sabe lo que otros ya supieron, que es lo que los libros de texto consagran como verdad, o lo que dice un docente, que es lo que validan con  un diploma una Normal o una Universidad.



Alternativas para los estudiantes: memorizar los "saberes" de sus docentes o las "verdades" de los libros de texto. El que piensa pierde.

La negación del pensamiento creativo, la imposibilidad de hacer preguntas, la condena a quien halla respuestas que no conoce quien dicta una clase, la burla de quien se aparta de un dogma, el señalamiento a quien "interrumpe" el discurso del profesor (atemorizado por un eventual descubrimiento de su no saber), imponen un modo de expresión que niega la posibilidad de un pensamiento autónomo, auténtico, crítico, imaginativo. ¿Qué se puede hacer?

Creo que se puede actuar a partir de la comprensión del problema: los estudiantes copian porque tienen miedo de un sistema que persigue, que excluye, que segrega, que elimina a quien no es capaz de repetir la verborragia de quienes se creen depositarios de una verdad: muchos de quienes se hacen llamar "profesores" ejercen el poder de imponer lo que creen saber, y demandan de sus alumnos la repetición de sus idioteces, simples repeticiones de otros que impusieron el miedo en ellos.

Los estudiantes copian porque sienten que necesitan la aprobación de unos docentes que no se preocupan por su saber (el de los estudiantes) sino por la conformidad de una expresión (la que sea) con aquello que decidieron aceptar como verdad: se trata de docentes mediocres, inseguros (su única seguridad es poder cobrar un cheque cada fin de mes, pasar de agache frente a otros docentes, adoptar poses convenientes).

Los estudiantes copian porque aprendieron que el éxito académico tiene que ver con una nota, y saben (es seguro) que sus profesores no se preocupan por lo que escriben (generalmente no leen, simplemente "chulean" los trabajos que reciben), pues están más interesados en proyectar la imagen de "conocedores" que en posibilitar la producción de conocimiento en sus alumnos.

Los estudiantes copian porque sus maestros son copiones (o copietas): no producen ideas propias, no estudian, no hacen preguntas, se interesan más por repetir discursos "consagrados" que por pensar qué sentido tiene lo que dicen.

Los estudiantes copian porque nuestras sociedades los premian cuando lo hacen: en ellas no interesa que un joven cuestione o proponga alternativas frente a las ideas que se han validado por quienes manejan los hilos del poder económico, político, científico, cultural... mientras menos se piense más probabilidades habrá de que permanezcan en su lugar, de que nada cambie, de que no se toque aquello que genera y mantiene las desigualdades.

Los estudiantes copian y pegan ideas que ni siquiera comprenden porque hay docentes carentes de ética y que se asumen apenas como mercenarios de la educación: otros pobres copietas que lograron la aprobación de otros copietas que llegaron a la dirección de un programa de estudios o a la rectoría de un plantel. Ganan bien, o más o menos bien, y se conforman con un pago que les permite aparentar ser merecedores de un prestigio que nada tiene que ver con su pobreza y su mezquindad.

Los estudiantes copian porque la escritura, clave del pensamiento crítico y reflexivo, no es su fuerte: siempre escribieron y escriben para repetir ideas ajenas, para congraciarse con un funcionario de la educación, para sentirse a tono con un sistema estúpido diseñado para que nada se transforme o sea puesto en cuestión.

Cuando trabajo sobre la escritura planteo que es necesario pensar: sólo quien piensa es capaz de redactar un texto interesante, agudo, crítico, original, revolucionario.

Quienes reducen la escritura a la ortografía no le hacen bien alguno a la formación de los jóvenes, quienes creen que escribir es repetir lo que otros han dicho no están contribuyendo a la formación de espíritus libres y creativos, quienes califican a sus estudiantes por la conformidad con sus ideas están castrando la posibilidad de que este mundo sea diferente, mejor.


Quienes condenan el plagio deberían pensar si no son los promotores de esta práctica.

He tenido estudiantes que copian textos ajenos y los presentan como propios, son hábiles usuarios de internet y buenos buscadores de textos. No han tenido suerte, porque yo sé qué son capaces de escribir ellos mismos y cada duda me ha llevado a buscar (y a encontrar) las "fuentes" de "su inspiración". No los denuncio: hablo con ellos, les muestro que he detectado su intento de engañarse y de engañarme, les hablo de mi rabia y mi tristeza por su tontería y por el tiempo que me hacen perder. Algunos (la mayoría) reconocen sus errores y agradecen que les dé la oportunidad de ser distintos.

Enseñar no es lo mismo que "entregar" un "saber". Los saberes se construyen. Nadie sabe lo que otro sabe. Como dijo Brecht: "lo que no sabes por ti mismo, en verdad no lo sabes".

¿Será que podremos acabar algún día con los "docentes" promotores del plagio en nuestros centros educativos? Ando creyendo que las reformas educativas que requerimos tienen más que ver con el sistema que nos alimenta, con la posibilidad de eliminar los funcionarios de la educación, con la necesidad de que creamos que no hay verdades incontrovertibles ni "maestros" infalibles.

Los plagiarios son quienes no son capaces de pensar por ellos mismos y de provocar pensamientos nuevos.